jueves, 20 de mayo de 2010

"UN OSCAR PARA LA LIBERTAD"

PROLOGO



El relato que sigue a estas no bien hiladas palabras trae aventuras contadas dentro de una técnica realista que busca, como dijera Mario Vargas Llosa, “acortar la distancia que separa la ficción de la realidad y, borrada esa frontera, hacer vivir al lector aquella mentira como si fuera la más imperecedera verdad, aquella ilusión la más consistente y sólida descripción de lo real”; tal como le pasó a Miguel de Cervantes Saavedra cuando escribió El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, quizás la más grande novela” que han visto los siglos pasados y esperan ver los venideros”, de tal manera que ahora conscientemente o inconscientemente pensamos que don Quijote anduvo por nuestros caminos terrosos y hasta vino a morir cerca de nosotros como lo imaginaran los poetas Guillermo Valencia y Rafael Maya quienes le “dieron” muerte, sepultura y epitafio en Popayán. Se cuenta que hace años, cuando epopeyas y novelas se leían en las veladas familiares, muchas veces las mujeres lloraban a lágrima viva la muerte o la desgracia de algunos personajes muy bien representados en los libros.
El protagonista y otros personajes de “un Oscar para la libertad” no escapan a lo que afirmaba Milan Kundera ser la novela: “La gran forma de la prosa en la que el autor, mediante egos experimentales (personajes), examina hasta el límite algunos de los grandes temas de la existencia”.
Oscar, el protagonista, es un hombre que ama a todas las mujeres, busca placeres y aventuras, conoce a mucha gente importante, viaja compulsivamente y, luego de sortear múltiples escollos, se refugia en un pequeño pueblo de Colombia, pintoresco, pacífico y complaciente como preámbulo al hallazgo de la libertad, que, al fin, viene a encontrarla en inmensa y misteriosa playa.
Todos tenemos por lo menos una novela, la de nuestras vidas, que muchísimas veces se queda solo en sueños; la fusión del sueño con la realidad es la escritura de la novela, su producción; por eso, todas las novelas se parecen a su autor, a su siquis, a sus aspiraciones, a su habilidad para hacerse captar por los demás; eso hizo decir a Gustavo Flaubert: “Madame Bovary soy yo”. A veces la novela interior asume lugares, tiempos, lenguaje exterior, personas y episodios y resulta entonces la obra escrita que siempre, en lo más íntimo, es una biografía del autor; pero que no solamente dice lo que éste ve del mundo exterior, sino, y principalmente, lo que es su mundo interior, diversamente llamado por sicólogos, filósofos y críticos de todas las pelambres. Cuando el mundo del novelista llega a coincidir plenamente con el nuestro su obra se nos convierte en ídolo y si esto sucede multitudinariamente el autor y la obra son geniales e imperecederos o, en caso quizás trágico, si el entusiasmo suscitado es por corto tiempo la obra será solo best seller. En toda novela la búsqueda del yo siempre terminará en una “paradójica insaciabilidad”. En nuestro caso, Oscar, el protagonista, después de ir y venir, amar y volver a amar, termina, como en el poema de Chocano: “metiéndose a cartujo por ti”; sólo que éste aventurero no lo hace por mujer alguna, como en el poeta peruano, sino por la libertad y, en una “cartuja” (playa en esta obra), cuyos detalles ignoramos. Aquí comenzaría la gran acción del relato, la que está a cargo del lector, y esa es, precisamente, una de las técnicas de la novela: dejarle al lector su finalización resolviendo un gran interrogante que él mismo debe formular y que el narrador, como en este caso, apenas insinúa. Recordemos, además, que como también decía Kundera, “el novelista no es un historiador ni un profeta, es un explorador de la existencia… y un tema es una interrogación existencial”; es lo que, cabalmente, aquí sucede: a pesar de la mención de hechos y personajes históricos no es una novela histórica sino una manera de situar en un ambiente existencial. Si nos satisface una novela es porque, tal como afirmaba Kafka: “Los poetas no inventan los poemas; el poema está en alguna parte; desde hace mucho tiempo está ahí; el poeta solamente lo descubre”. Para el escritor checo el poeta es todo creador literario que halla y expresa lo que tenemos, así sea poema o relato, ya que el hombre y el mundo están íntimamente ligados, como anotaba Martín Heidegger con su conocidísima fórmula: in – der Welt- sein (ser en el mundo).
El narrador del escritor Luis Fernando Orozco Gutiérrez, es, en este caso, omnisciente y habla en tercera persona para que podamos abarcar no solo los variados escenarios en que sucede la acción sino también el papel de numerosos personajes y el largo deambular del protagonista en su labor de coordinador de un ambiente existencial; todo por explorar, una vez más, la condición de la vida humana.



Guido Enríquez Ruiz Ph. D.
Presidente honorario de la Asociación
Caucana de Escritores.

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